Cae la noche, y como de costumbre,
el cielo se tiñe de gris.
La furia se apodera del hombre
y abre paso a los golpes.
Lágrimas con sabor a miedo
caen por sus ojos heridos,
los golpes que reciben
no son el peor castigo.
Traicionar a quien decías
que dabas todo tu cariño
con la fuerza como arma
eso no es de recibo.
Cobardes con piel de cordero
hacen del dolor su bandera,
tan solo merecedores
de pasar su vida entre rejas.
Mujeres rotas por el miedo
y otras con la muerte por condena,
que necesitan ser escuchadas
por una sociedad sorda y ciega.
Me dicen que la mitad del cielo
es cuando te quiere una mujer,
pero creo que ella fue cielo entero
y su infierno ha sido él.
¿Y quién se acuerda de quien sufre
tanta violencia extrema?
¿Quién sabe lo que sufren
por dentro estas princesas?
Almas rotas por el vacío
de una sociedad esquiva,
pensando que esta batalla
es una guerra perdida.
Pero esta guerra señores
se ha de luchar cada día,
comenzando en colegios
y continuando en la familia.
Dando ejemplo ante los niños
y cada día demostrando,
que ante una mujer maltratada
de terrorismo estamos hablando.
Que ayer pudo ser una madre
y mañana será una hija,
o quizás una hermana
la que sufra esta pesadilla.
Que termine esta tormenta
que vuelva la ilusión a sus vidas,
demostremos que nos importan
amándolas cada día.
No son carne, son personas,
con ilusiones y esperanzas,
con sueños, con deseos,
y con ganas de ser amadas.
Que dejen de ser mujeres
que vivan en el anonimato
que sean ellos quienes huyan
y quienes sufran el maltrato.
De una sociedad cansada
de ver morir a mujeres
a manos de unos cobardes
que vivir no merecen.
Pero también felicitemos
y admiremos a quien supo luchar,
quien tras mucho sufrimiento
dejó su infierno atrás.
Aquí mi pequeño homenaje
a esas mujeres valientes
para que olviden su pesadilla