Me enseñaron de pequeño
que eso era un sentimiento humano;
una representación del deshonor,
desgracia y condenación.
que eso era un sentimiento humano;
una representación del deshonor,
desgracia y condenación.
Me explicaron también,
que lo que pienso no sirve para nada,
que lo que escribo es sólo
para sentirme incluido en la manada.
Me adoctrinaron a no expresarme libremente,
porque a más de alguien le podía molestar,
o porque alguien más inteligente que yo,
diría algo mucho mejor.
Pero gracias a ellos, aprendí
a nunca hacerles caso, a
ser un desquiciado porfiado,
aunque muchas veces estuviera equivocado.
Y me apliqué en hacer lo que
siempre yo quería y sentía,
porque si no lo hacía,
alguien más lo podría hacer.
Y así evolucioné,
porque no hay nada peor
que avergonzarse por lo que tú eres.
Ya no hay tiempo para la vergüenza,
es hora de dejar atrás la tristeza.