martes, 4 de septiembre de 2012

Necesidad y deseo.


Te venderán que cuando te sientas enamorado, no existen necesidades. Yo tengo alma de bucanero y a salto de mata voy ganándome la vida, y me siento en ninguna parte, salvo cuando me siento en ti. Y entonces, todo arde. No tengo dueño, ni patria, ni consuelo, pero te necesito, compañera, cómplice de fechorías. Tengo una necesidad básica que satisfacer: tengo demasiado por ofrecer. Te has perdido tantas cosas buenas por cobarde, que ahora me he propuesto hacerte valiente, para que nunca vuelvas a hacer “nada”, y aprendas a nadar. Es duro, porque iremos contracorriente. Aprenderemos a no hundirnos juntos. Tú y yo.

¿Y por qué? Porque aun en este lugar en que me hallo, tengo necesidades: Quiero más de tu piel para mis historias de cartografías imposibles, quiero más de tus ojos para mis letras y más de tu risa para mis gracias. Más de tus sentidos para mis deseos. Más de ti es lo que quiero. Quiero suspirar y conspirar… Déjate de costumbres suicidas, vivamos la eternidad en este instante.

La inercia lleva a mil parejas en este instante a echar el polvo de la semana, la corriente lleva a mil buscadores de noséqué a buscar nosécuál porque para talycual, pascual sirve cualquiera. Pero en otras historias, otros personajes, le echan magia a la rutina. Esos son los que me apasionan.

Tú y yo, a esta hora, nos damos la espalda y el corazón, sin despechos quedamos en mitad de la noche, en mitad de la luna, en mitad del mar, en mitad del sueño… Y provocamos un incendio.


Y después… Después, bésame anda… bésame mucho, que yo sí tengo miedo. Estoy alcanzando la eternidad en este instante y quiero, al abrir los ojos, encontrarte. Y de nuevo… Comenzar, pero contigo.


Buenas noches mi cielo y dime que esto va a durar siempre.
                                                                        William.


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